Trump y el racismo, un año después de Charlottesville

Trump y el racismo, un año después de Charlottesville

Luego de un año de culpar a “ambos bandos” por los choques entre supremacistas blancos y contra manifestantes, el presidente estadunidense sigue coqueteando con la retórica de matices raciales.

Washington.- Algunos manifestantes llevaban banderas nazis, otras gritaban la consigna supremacista “sangre y tierra”: hace un año, neonazis y extremistas de derecha se manifestaron en Charlottesville, en el estado de Virginia, en una protesta que se tornó violenta y derivó en la muerte de una mujer. Heather Heyer, de 32 años, murió cuando un extremista de derecha dirigió su automóvil contra un grupo de contra manifestantes. La localidad de 50 mil habitantes pasó a simbolizar la violencia de extrema derecha en Estados Unidos.

Hoy cuando se cumple el aniversario de los hechos, están previstas nuevas manifestaciones extremistas, esta vez en Washington. La de Charlottesville de 2017 se celebró bajo el lema “Unamos a la derecha”, y con la consigna “Unamos a la derecha 2” cientos de manifestantes pretenden reunirse de nuevo, esta vez en el parque Lafayette y ante la Casa Blanca en la capital estadunidense.

El presidente Donald Trump no está allí, sino que pasa sus vacaciones en uno de sus resorts de golf, por lo que no le despertará recuerdos incómodos: la fuerte presión bajo la que se vio sometido tras los sucesos de Charlottesville el año pasado. Y es que tras la muerte de Heyer, Trump se limitó en un primer momento a condenar “el odio, el fanatismo y la violencia de muchas partes”, sin referirse expresamente a los neonazis.

Y cuando escalaron las críticas, volvió a hacer declaraciones polémicas: “Creo que la culpa la tienen las dos partes”, dijo a periodistas en Nueva York. “Tienen un grupo por un lado, que fue malo, y otro grupo por otro lado, que también fue muy violento”.

En ambos bandos hay “personas muy buenas” y “no todos eran neonazis, créanme”, dijo. Trump señaló que la manifestación de derecha se dirigía contra la prevista retirada de una estatua del general sureño Robert E. Lee. Desde su punto de vista, una protesta legítima.

Uno de los lemas de esa protesta era “No nos sustituirán”, tras el cual se escondía no sólo la indignación por la retirada de la estatua de un general que en la Guerra Civil luchó por un gobierno que quería mantener la esclavitud, sino también por el miedo a que los estadunidenses blancos -de donde Trump saca sus votos- queden relegados ante el ascenso de las minorías. Una popular consigna de los racistas del país dice: “Debemos garantizar la existencia de nuestro pueblo y un futuro para los niños blancos”.

Los extremistas de derechas, que ya vieron un entorno favorable con la victoria de Trump en los comicios de 2016, se sintieron alentados por sus declaraciones sobre lo ocurrido. “Gracias, presidente Trump, por su honestidad y su valor de decir la verdad sobre Charlottesville y condenar a los terroristas de izquierda”, escribió en Twitter por ejemplo David Duke, un ex dirigente del grupo supremacista racista Ku Klux Klan, ahora de nuevo activo en la escena extremista de derechas.

Durante las protestas de Charlottesville, Duke había sido citado por medios diciendo que los manifestantes cumplirían “una promesa de Donald Trump”, la de “recuperar” el país. Duke está también en la lista de oradores de este domingo, al igual que el conocido neonazi Patrick Little. Esta vez, sin embargo, no habrá banderas nazis y los organizadores han pedido sólo banderas del país y de los estados sureños, al tiempo que han llamado a los manifestantes a dejar “el espray pimienta, los palos, cuchillos y otras armas” en casa.

También hay convocadas movilizaciones masivas opositoras. La organización civil Souther Poverty Law Center criticó la violencia de Charlottesville con motivo del aniversario. “Este es el Estados Unidos de Donald Trump. Estas son las fuerzas que ha desencadenado”. Las declaraciones de Trump confirmaron las sospechas de muchos de que simpatiza en secreto con todo el espectro de la derecha.

El diario “The Washington Post” comentó brevemente que el presidente “o tiene como meta a los racistas (para lograr su voto) o él mismo tiene opiniones racistas” y mencionó una serie de posibles indicios.

Trump azuzó una campaña contra estrellas del futbol que se arrodillaron al sonar el himno del país como signo de protesta contra la violencia policial contra los negros; de la diputada opositora Maxine Waters dijo que tenía un bajo cociente intelectual, cuestionó también la inteligencia de la estrella del basket Lebron James y calificó al moderador Don Lemon de la CNN, como “el hombre más tonto de la televisión”.

Los tres afroamericanos. Lemon contraatacó en un programa y criticó que la gente se sintiera confirmada en su abierto racismo porque el presidente lo es. Una de las mentiras más antiguas “del pasado y presente racista del país es que los negros son menos inteligentes”.

También en enero desataron la indignación unas declaraciones de Trump en la que habría preguntado en un encuentro con senadores por qué Estados Unidos debía acoger a tantas personas de países que eran “agujeros de mierda”.

El propio Trump desmintió después que hubiera utilizado las palabras “shithole countries” y tuvo que negar, una vez más, las acusaciones de racismo. “No soy racista”, dijo ante los medios en Florida al ser preguntado al respecto. “Soy la persona menos racista que han entrevistado nunca”.

Sin embargo, según una encuesta de la universidad de Quinnipiac del mes pasado, casi la mitad de la población no le cree en ese punto: el 49 por ciento de los encuestados cree que Trump sí es racista y sólo el 47 por ciento que no lo es.

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